Bodega Mendel fue instalada en el año 2004, recuperando una antigua bodega de 1904, que había sido abandonada. Esas viejas instalaciones cumplían a la perfección el manual de las bodegas de la época: anchas paredes y altos techos de caña, especiales para apaciguar la constancia y plenitud del sol mendocino, y grandes piletas de cemento, acorde con la visión que primó en el vino argentino de elaborar grandes volúmenes sin detenerse tanto en la calidad.
Pero Roberto de la Mota (hijo de Raúl de la Mota, uno de los enólogos más reconocidos en la historia de nuestro país) obviamente tiene puesto el foco en la calidad y, en ese camino, dotó a la bodega de modernos tanques de acero inoxidable de volúmenes variables: hay quince tanques de 80 Hl, cinco de 50 Hl, uno de 105 HL, uno de 27 Hl y uno de 12 Hl, los cuales le permiten jugar con las distintas vinificaciones a piacere.
Las viejas piletas de hormigón hoy solo se usan para vinos terminados o para colocar en su interior barricas o estiba de botellas.
Nuestra visita, en el marco del Mr. Wines Tour, tenía previsto que nos recibiera Roberto y la sorpresa fue cuando propueso, en vez de catar vinos terminados, hacer un recorrido por todos los vinos que en ese momento (principios de mayo) se encontraban todavía en los tanques, la mayoría aun en su proceso madurativo. Una linda oportunidad para practicar la cata de los proyectos de vinos y ayudar a entender lo complejo del proceso de proyección de los mismos hacia su estado final, una de las cosas que mas admiro de los buenos enólogos.
Así fue que iniciamos la cata con los blancos, para pasar luego a los tintos. A continuación las apreciaciones obtenidas (al no estar los vinos terminados no profundizaremos en sus descripciones) y los comentarios de Roberto de la Mota en cada caso:
Semillón 2017 (muestra de tanque)
Las uvas provienen de una viña de Altamira de 37 años de antigüedad. Es una finca muy importante, pegada a la parcela de donde salen las uvas con que se elabora el Finca Remota (vino icono de Bodega Mendel). "Yo con mi padre había hecho Semillón. Este lo empezamos a hacer en 2009, ya que antes esa uva se vendía para espumantes. El Semillón fue la variedad francesa más importante, traída de Bordeaux por Michel Pouget, junto con el Malbec. Pero luego se fue dejando de usar, a favor del Chardonnay o el Sauvignon Blanc y pasó a utilizarse como base para espumantes dado no tiene limitaciones para el rendimiento y se puede cosechar mucho más temprano", nos ilustra.
Cuenta que en el año 2009 vino el representante de The Wine Society -club inglés de vinos- y lo probó tan turbio como está este 2017 que probamos nosotros y le pregunto: "¿Cuánto hiciste?, te compro la mitad". Y le explicó que tomó la decisión porque le había recordado al Semillon australiano de Hunter Valley.
"El primer año lo hice fermentando 85% en acero inoxidable y el resto en barricas nuevas de roble, quedando allí durante seis meses. Esa madera y crianza tiene efecto importante en la boca. Las levaduras (actual turbidez) le dan untuosidad".
"Este año vino presenta notas a flor de acacia, más volumen y más cuerpo que el 2016, buen nivel de acidez y frescura", cierra su explicación sobre uno de mis vinos blancos de cabecera.
Chenin Blanc 2017 (muestra de tanque)
Roberto hizo la siguiente introducción: "es una uva con origen en el Valle de Loira (Savennières, Coteaux du Layon). Llegó antiguamente a la Argentina y se usó mucho, pero sufrió los avatares de la investigación. El racimo se corre mucho (pierde rendimiento), razón por la cual se hizo una selección a la que le pusieron como sinónimo Pinot de la Loire, de alto rendimiento, pero que lamentablemente resultó de baja calidad. Eso fue lo que hizo caer la producción".
"En Sudáfrica pasó lo mismo. Yo ya había hecho Chenin con mi padre en Weinert y busqué viña de selección vieja".
Cuenta que cuando apenas empezó a trabajar en Cavas de Weinert, en 1985, lo mandaron a cosechar una viña que era de Nico Marchiori (cuya finca dio lugar a uno de los mejores vinos de Viña Cobos) en Agrelo y que siempre recuerda muy particularmente la historia de esa cosecha por todas las vicisitudes que debió superar para concretarla. ¿Cuál era la uva a cosechar?, por supuesto: Chenin.
Luego Marchiori vendió esa finca, y en su mayor parte la injertaron con otras cepas, pero quedaron como siete hectáreas de Chenin, que son las que utilizó en 2016 para hacer el primer vino, siendo este 2017 el segundo.
Tiene 20% de fermentación en barrica; "los blancos de la Borgoña se elaboran en madera", nos dice, acotando que "un blanco puede fermentar en barrica pero no es tan fácil criarlo en barrica".
La cata continuó con muestras de tanque de los tintos cosecha 2017: Tempranillo y Malbec de uvas de parrales cercanos a la bodega, un Cabernet Franc de Altamira, Cabernet Sauvignon de Perdriel y el Petit Verdot; que tiene la particularidad de venir de plantas que Roberto recibió del ex enólogo de la bodega francesa Chateau Margoux, las fue multiplicando y hoy se usa para las etiquetas Gran Revancha y Unus.
Durante la visita nos llamó la atención la cantidad de mangueritas transparentes que salían de un equipo y se dirigían a los tanques. Se trataba de un sistema de micro oxigenación, sobre el cual Roberto explicó: "se usa para exacerbar el fenómeno natural que se da en la crianza. Agregando oxígeno se transforman moléculas de alcohol en etanol: unión de antocianos y taninos. Es un fenómeno que en forma natural se realiza mediante trasiegos o colocando el vino en barrica con el tapón de vidrio de la barrica invertido para dejar entrar el oxígeno; y aquí replicamos mediante un equipo un dosificador que mide cuánto y una cerámica que dosifica la cantidad de ml de oxígeno por litro de vino al mes a inyectar".
"El proceso se realiza hasta el límite en que los taninos se mantienen reactivos, luego no sirve porque se oxida el vino. Los vinos se prueban cada tres días mientras se hace el proceso. El método fue creado por un francés productor de Madiran (Tannat) para ablandar los taninos y nosotros empezamos a utilizarlo en 1995", hace docencia de la Mota.
Miro mi cuaderno de notas en busca de una frase para cerrar esta crónica y encuentro una que viene como anillo al dedo: poco antes de despedirnos Roberto de la Mota nos transmitió una de las máximas de esta industria: "En el vino todo lleva un montón de tiempo", nadie mejor que él, ejemplo de un enólogo que ha dedicado toda su vida a hacerlos.
Fotos tomadas por El Ángel del Vino
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