Para mí, todo viñedo tiene su encanto. Aun aquellos que están ubicados en las planicies y sin ningún aditamento geográfico cercano. Me genera atracción esa planta tan especial que es la vid, capaz de adaptarse a todo. Una planta trepadora, cuyos troncos y brotes deben ser domados con continuas podas y ataduras. Una planta cuyo follaje puede cambiar el color de todo un paisaje, aun el más inhóspito, a cambio de unas gotas de agua diarias.
Por ello de chico me encantaba pasear por las viñas de mi abuelo en el Valle de Río Negro, donde alrededor solo había álamos y ninguna montaña a la vista.
Pero cuando al viñedo se le suma un entorno de montaña -lo que sucede en la mayor parte de los viñedos argentinos, ya sea en Mendoza, San Juan o Salta por nombrar solo algunas provincias- la sensación se hace mágica. ¿Quién no se estremeció ante una foto de viñas con la imponente cordillera de los Andes nevada a sus espaldas? Y ni hablar si tenemos la suerte de verlo in situ. La piel de gallina se nos pone.
Y hago esta introducción para llegar a un lugar en particular. Del cual he escrito hace poco y que me deslumbró a tal punto que no me quedé conforme con describir la visita, el lugar y los vinos que de allí se originan. Decidí averiguar un poco más sobre su historia. Se trata de Estancia Uspallata. Aquí te recomiendo -si no la leíste- hacerte un espacio para linkear y leer la nota anterior y ver las fotos. Imprescindible para comprender la historia que viene.
Estando allí, en ese pequeño valle, rodeado de rodeado de montañas y formaciones geológicas de una hermosura tal, que tranquilamente puede estar entre los paisajes vitícolas más bellos e impactantes del país, me preguntaba: ¿A quién se le ocurrió plantar vid en este lugar? Porque si bien en Salta son comunes en estas alturas, todos sabemos que en el norte el clima compensa y lo hace factible. ¿Pero aquí en Mendoza, viñedos a 2.000 metros de altura? Si Nicolás Catena cuenta que le decían que estaba loco cuando empezó a plantar a 1.300 metros sobre el nivel del mar en Valle de Uco..., ¿quién se atrevió a hacerlo a 2.000?
Y sí, alguien se atrevió. Alguien que ni siquiera nació en Mendoza. Que ni siquiera había pisado esta tierra de Uspallata desde chico, lo cual podría haberlo llevado a entender su clima y sus posibilidades e influenciar en su decisión. Pero no. Fue puro instinto. Ese alguien es Ariel Saud.
Con él nos encontramos para que nos cuente esta historia, porque todo gran vino es mucho más grande cuando atrás tiene una historia de visión, pasión e, incluso, sacrificios:
"Cuando era chico jugaba con mis hermanos y amigos a El Estanciero comprando y vendiéndonos todos los campos de la argentina. El objetivo era que los dados hagan caer algún rival en nuestras provincias y así cobrarles una renta, y si estas eran Bs.As., Córdoba o Santa Fe, la renta era la más alta de todas.
En la vida real mi padre hacia lo mismo, pero con una estrategia diferente. El buscaba campos marginales, donde prevalecieran tres premisas básicas: Localización: debía estar en algún corredor estratégico y sobre ruta o muy cerca de ella; Superficie: debía reunir grandes extensiones para tener economía de escala y la más importante de todas, tenía que tener Agua (en cantidad y calidad suficiente).
Nunca demostró apego por los campos que compraba, pero esta estancia en Uspallata pareció ser diferente. Le gustaba. No sé si era la imponencia de sus montañas, los colores de los cerros, sus valles, su costa sobre el Río Mendoza… no lo sé… pero tampoco sé si por todas estas cualidades o por cuestiones de mercado nunca estuvo próximo a venderse, y quedo olvidada en el patrimonio familiar durante largos veinte años sin que nadie recordase su existencia.
Mis hermanos tomaron caminos diferentes y mi padre falleció en 1999. En junio del año siguiente, viajé con amigos a esquiar a Penitentes, y decidimos hacer escala en Uspallata para pasar por ese campo que sabíamos quedaba sobre la ruta 7 donde funcionaba la estación Uspallata del FF.CC. Trasandino. Las sensaciones y dudas fueron muy diversas. Desde la fascinación por la majestuosidad de sus montañas -que entre otras comprende una gran franja del Cordón del Plata, en ese momento completamente nevado- por parte de algunos, a la contrariedad de otros que solo veían una inmensidad cubierta de piedras y se preguntaban: “esto para que sirve?”
Angustiado por la miopía de algunos comentarios de aquella visita, en la primavera siguiente invité a otro amigo (arquitecto, con una sensibilidad diferente a aquellos detractores de profesión “operadores” en el mercado financiero), quien inmediatamente “entendió el juego” y coincidió con mi visión transformadora de “intervenir amigablemente” en lo que era un desierto en la inmensidad de los Andes, para convertirlo en un destino de viajes con familia y amigos.
Estancia Uspallata representa -como me dijo otro arquitecto amigo- la colonización de un área de la Cordillera de los Andes… a lo que yo agrego… “con múltiples posibilidades, pero a la vez plagada de desafíos e innumerables obstáculos a sortear…”
Claramente, el principal obstáculo para llevar adelante esa transformación no era otro que convencer a mi propia familia -radicada en Buenos Aires- a que “me compre” la idea de poner un pie allí y me acompañe a hacer algo en un lugar tan áspero, despojados de las comodidades que tenían en la ciudad. Inmediatamente comencé el “operativo seducción”, y al poco tiempo de haberlos llevado, los chicos pasaron de las velas a tener generador de electricidad, LCD, Directv TV, cuatriciclo, motos, caballos, etc. etc.
Con todos esos “amenities” sumados al marco geográfico indiscutible, no fue muy difícil que se encariñen con el lugar, me acompañen y suscriban el desafío de transformar el Valle de La Quinta (base actual del desarrollo) en un espacio de diversión, turismo y descanso con amigos, que rápidamente se transformó en un destino clásico en vacaciones de semana santa y fines de año, rodeados de muchos amigos que permanentemente sumaban sus granitos de arena ayudándonos a poder lograr el lugar único que hoy disfrutamos.
En septiembre de 2002 iniciamos la construcción del casco de la estancia. Empezamos con el movimiento de suelo de los lagos, seguimos con la casa y luego la parquización. Pese a las dificultades propias de las distancias, y el haber elegido un sistema constructivo artesanal a manos de picapedreros de oficio, recibimos el 2005 con la casa terminada después de 2 largos años de malabarismos en todo sentido. Anécdotas interminables de lo que represento la construcción recogiendo materiales del lugar desde lugares inaccesibles, en algunos casos, arrastrándolos a lomo de mula en expediciones celosamente organizadas…
Tres años después, corría el 2008 y en mis frecuentes viajes a Mendoza visitando bodegas y viñedos espectaculares, comparables a niveles de Francia, Napa o La Toscana, me prendí fuego con la idea implantar un viñedo en mi campo. Comencé a conversando con cuanto mendocino relacionado al vino se me cruzara y no había persona que no me dijera que estaba loco. Me cuestionaban la altura, el ciclo vegetativo, la imposibilidad de que la uva madure, las heladas tardías y tempranas...
Lejos de desanimarme, lo tomé como un desafío personal. Me seducía el reto de transformar esa aridez extrema un espacio productivo que además alcance -si fuera posible- estándares de calidad premium y así empecé a investigar. Inicialmente con las temperaturas, ratificando para sorpresa de muchos que las mismas se comportaban de manera muy parecida a las de Valle de Uco, aun cuando nosotros estábamos a 2.000 msnm. (800 metros más alto que donde hasta esa instancia se producía uva en la provincia).
Se confirmaba así la existencia del microclima especial del Valle de La Quinta del que tantas veces mi padre me había hablado, donde medio siglo atrás, se cultivaban frutales regados por un arroyo de vertientes que nace dentro de la propiedad a más de 3.000 msnm.
En marzo de 2009, elegimos el lugar e iniciamos la enmaderación de nuestra primera hectárea. En octubre plantamos 90% Pinot Noir por ser una variedad de ciclo corto, y pusimos, casi sin expectativas, un 10% de Malbec. La sorpresa del vigor de nuestra cepa insignia fue tal que, al año siguiente, plantamos una hectárea completa de Malbec y agregamos dos más de Pinot Noir.
A medida que el emprendimiento empezaba a tomar forma, las adversidades comenzaban a hacerse presentes. Los vientos quebraban brotes, las liebres -que aparecieron como nunca antes- se daban sus buenos banquetes, las hormigas lo mismo, los laboreos requerían de una capacitación que a esa instancia nuestro personal no tenía...
Había que hacerle “un amague a la adversidad” y lo hicimos. Progresivamente fuimos solucionando con ingenio y mucha dedicación cada uno de los contratiempos y en 2013 tuvimos nuestra primera vendimia logrando poca cantidad, pero muy buena calidad de uva al igual que en el año siguiente.
En marzo de 2015, el mismo día que estaba cosechando en el campo, busqué señal en un cerro y lo llamé a Alejandro "Colo" Sejanovich a quien había conocido en una degustación organizada en mi campo por la revista inglesa Decanter. En treinta minutos de conversación nos hicimos socios y esa misma tarde le mandé la cosecha de Pinot Noir con la cual fuimos distinguidos por Wine Advocate con 92 puntos Parker en diciembre de 2016. Al mes siguiente le envié la cosecha del Malbec, con la cual el Colo y sus socios hicieron el Malbec de mayor puntaje de ese varietal de la añada 2015 obteniendo 94+ puntos Parker. Ese mismo Malbec fue posteriormente galardonado hace menos de dos meses con 96 puntos por el prestigioso crítico inglés Tim Atkin.
Verdaderamente siento que han sido muchos los amigos que han ayudado a escribir esta historia tan particular, inclusive aquellos que antes decían que no iba a funcionar o que solo veían piedras y con quienes hoy puedo compartir este lugar sin rencores y mostrarle sin eufemismos que “yo pude sacarle jugo a las piedras …”
¡Y que bueno que ese jugo tenga sabor a Malbec y Pinot Noir!
Fotos gentileza de Estancia Uspallata
Qué linda historia Ángel, qué bueno cuando alguien se la juega y triunfa!
ResponderEliminarIncreible historia Ariel!!! Un orgullo para tu papá que estará feliz��������
ResponderEliminarCon filo todo se puede
ResponderEliminarHola Tanito, jaja claro que sí! pero que bueno es quienes tienen filo decidan dedicar una parte para hacer excelentes vinos. Proyectos como este no son realmente "comerciales", aunque los vinos sean caros para el normal de la gente. Es tan difícil trabajar ahí, y la escala tan pequeña, que raramente obtengan enormes ganancias. Por eso se valora que hagan vinos. Saludos y gracias por comentar
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