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jueves, 11 de septiembre de 2025

Viñas del Perchel


Viñas del Perchel

Identidad quebradeña en cada copa

En la Quebrada de Humahuaca, entre Tilcara y Huacalera, Viñas del Perchel viene desmintiendo prejuicios hace más de dos décadas. 

Cuando arrancaron —hace 21 años— algunos técnicos llegados de Cuyo les dijeron que Jujuy “no era lugar para hacer vinos”. La familia, con tierras de siempre y una tozudez bien andina, decidió lo contrario: primero buscaron estilos de inspiración cuyana; con el tiempo, entendieron que lo mejor era dejar hablar al terruño y hacer vinos “bien de Jujuy”, con mínima intervención y una identidad propia que trasciende la botella: historia, cultura, idiosincrasia y trabajo de su gente.

Mabel Vargas y los vinos de Viñas del Perchel

Un proyecto pionero y familiar

Javier Vargas vivió muchos años en San Juan y allí se vinculó con el vino. De regreso al Norte, fue de los primeros en “subir” la viticultura a estos suelos extremos: viñedos implantados sobre un cerro cercano, irrigados por goteo, a alturas que superan holgadamente los 2.600 metros. 

Javier Vargas

Aquella apuesta inicial tuvo apoyos técnicos clave —como la asesoría temprana de Gabriela Celeste (EnoRolland)— y hoy el propio Javier conduce el día a día con el respaldo de cuatro o cinco consultores puntuales. La producción total ronda las 20.000 botellas anuales, siempre en partidas acotadas.

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La viña arriba y la viña abajo

En la Quebrada, la altura manda. No son iguales los tiempos de cosecha “Tilcara abajo”, que suelen cerrar a fines de marzo, que “Tilcara arriba”, donde la vendimia se estira hasta abril o mayo. Con las criollas han llegado incluso a levantar fruta en junio. Es parte del aprendizaje fino de un desierto de altura que desafía calendarios y obliga a mirar el cielo antes que el reloj.

Vinos con acento jujeño

Acariciados por los vientos del atardecer, que se empiezan a sentir en la altura del cerro cuando cae el atardecer e impidieron el recorrido por la cima de los viñedos, degustamos los vinos que elabora Viñas del Perchel en el quincho, donde nos esperaban en mesas decoradas con los colores locales y unos bocadillos especialmente pensados para cada uno de ellos.
  • Runa Syrah - Malbec. Emblema de la casa, nacido para expresar la especia y la tiza quebradeñas con una fruta nítida y sentir de altura. En antiguas cosechas tuvo crianzas que sumaban capas sin tapar el paisaje; hoy, la búsqueda es más de transparencia y textura.

  • Línea Cactus. Tannat, Syrah y Malbec que abrazan la rusticidad bella de estos suelos: músculo, nervio y frescura seca de puna. El Cactus Tannat 2022 asoma profundo y, como se dice en la zona, “oscurece con el tiempo”, ganando matices de hierbas secas y fruta negra.

  • Rosado de Criolla Grande 2024. Edición de 2.000 botellas, jugosa y fragante, que prueba que la Criolla —bien cosechada y en bodega propia— puede ser un vector perfecto para contar la Quebrada sin maquillaje.

De “hacer vino” a “contar un lugar”

El camino de Viñas del Perchel fue del “producto” al “paisaje”. Primero la intención de emular a los cuyanos; hoy, la certeza de que el mejor vino es el que mejor narra de dónde viene. Por eso hablan de “vinos sin intervención” en el sentido profundo: menos decisiones intrusas y más escucha del viñedo. 

Aquella intuición ya la subrayaba en mi nota de 2022, cuando los definí como “vinos honestos y de partidas limitadas… concentrados, exóticos o salvajes, y siempre expresando los colores de la Quebrada”. 

Ese manifiesto sigue vigente y, con bodega propia y microvinificaciones, se afina cada cosecha.

Comunicación del vino argentino y del mundo

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