¿Se puede hablar de vinos sin decir "calcáreo"?
El esnovismo ha afectado a parte del mundo del vino
Si bien hace rato que me enseñaron que en este nuevo (y viejo) mundo de redes sociales y lectura rápida, es fundamental ponerles a los posts títulos atractivos, intrigantes y tentadores que induzcan al lector al click mágico para acceder a la nota (aun estás ahí? aplausos!!) no suelo ser afecto a ese efectismo (valga la resonancia de los términos).
Pero en este caso me tomé el atrevimiento, para esta nota un poco irónica... La palabra "calcáreo" es muy representativa de los términos que se utilizan para hablar del vino "de hoy" pero no vamos aquí, esta vez, a hablar de sustratos o de suelos. Es que pareciera que en ciertos círculos o pseudo circuitos marcadamente palermitanos del vino (y no me refiero a la bella ciudad italiana de Palermo precisamente) si para hablar de ellos no utilizas algunos de esos términos, te conviertes en algo así como un troglovínico (troglodita vínico).
Uno lleva muchos años en esto y ha visto pasar varias veces el virus de las "vinomodas", pero esta cepa parece ser mucho más resistente que las anteriores y hasta pareciera ser que el par de años de encierro generado por el Covid (ciertamente, ¿vieron las palabra que forma las tres ultimas letras?) los hizo reforzarse en una suerte de "probemos todo antes que se acabe el mundo".
Si a esta altura aun me estas leyendo (bien ahí!!) quizá ya hayas descubierto cuál es el microorganismo que ha infectado a gran parte del mundillo del vino que, curiosamente a la inversa del Covid, afecta en mucha mayor proporción a la población joven que a la que ya empieza a peinar canas.
Se dice que todo empezó en un laboratorio de Buján, China.... No, perdón, ese es el otro. Vamos de nuevo: se dice que todo empezó en el laboratorio de una gran bodega, en la cual, probando elaboraciones hechas en distintos tipos de recipientes descubrieron (¡después de mas de 6.000 años de historia vínica!) que para representar fielmente el terroir el vino debía ser despojado de todo maquillaje. Buéh...
Si antes lo propio era una impecable y recién salida del horno (para el tostado) barrica francesa, ahora debía salir del horno una tinaja hecha con terracota tomada del mismo lugar que el viñedo (permítaseme la exageración en este punto, en el afán de hacerme entender mejor). O si antes eran caldos (odio no tener un sinónimo de vino mejor que este) concentrados y de elevado grado alcohólico que aseguraran una larga guarda, ahora todo eso podía fácilmente reemplazarse por una acidez que rompiera los dientes apenas entrar en el paladar.
Y así podríamos continuar indefinidamente con las comparaciones, pero a esta altura (¿queda alguien aún leyendo esto?), creo que ya entendiste la enfermedad de la cual estamos hablando: el snovismo (y no es error de ortografía, es a propósito).
La Real Academia Española dice que la palabra "esnob" es una adaptación gráfica de la voz inglesa snob, '[persona] que imita con afectación las maneras, opiniones, etc., de aquellos a quienes considera distinguidos. Y aquí me permito adaptarla al vino, reemplazando para ello la "b" por la "v". (que grosso, estoy feliz de haber inventado un término, aunque seguro que alguien ya lo hizo antes).
El "esnovismo" afecta en una mayor proporción a los jóvenes (algunos cuentan con altas resistencias naturales, pero a esta altura seguro que ya cursaron la enfermedad en un par de ocasiones aunque sin demostrar síntomas) y en particular a algunos que son enólogos o sommelieres. Curiosamente los periodistas (¿queda alguno todavía?) somos bastantes resistentes, pero aun así, muchas veces caemos en la tentación de imitar esos comportamientos para no parecer demodé (lo digo porque a esta altura de las redes sociales nadie resiste un archivo).
Ese esnovismo produce la fijación de concepciones acerca del vino que se manifiestan verbalmente por la utilización repetida y convincente de estilos, frases o vocablos tales como el referido "calcáreo" y muchos otros, que generan en la persona que los utiliza una sensación (irreal o ficticia, pero muy convincente para el afectado y algunos adláteres de su audiencia) de saber mucho y estar a la vanguardia de para dónde se mueve el mundo del vino.
Entre esos términos podemos incluir: naranjo, carbónica, criolla, pet nat, vertical, turbio, fermentación ancestral, de sed, barricas muy usadas, concreto, sin epoxipar, naturales, sin intervención, sin filtrar, exóticos y algunos más.
Lo curioso es que hay uno de esos términos: "mineralidad" que, luego de haber descubierto algún (dudoso) estudio que descalifica la posibilidad científica de que se esa particularidad se traslade a las fases olfativas o degustativas de manera científicamente demostrable, es cuestionado por muchos de los componentes de esa "caterva de esnovistas" que se sienten obligados a estar "culturalmente informados".
Quiero poner en claro que no me considero, en absoluto, un tradicionalista en lo referido a vinos. Hace ya mucho tiempo que tengo como regla tratar de probar, sin preconcepto alguno, todo tipo de vinos, vayan o no los mismos paralelos a mi gusto personal el cual, por cierto, se ha ido ampliando de manera asombrosa a lo largo del tiempo.
Por eso celebro y disfruto que existan nuevos vinos, exploración y recuperación de métodos de elaboración o cepas antiguamente olvidadas o relegadas (soy férreo defensor de las criollas). Pero el esnovismo va más allá de eso, porque en su fanático andar muchas veces descalifica la sustancia y muchas de las tradiciones que tiene esta noble bebida. Espero se entienda.
Brindo por menos esnobismo y esnovismo en el mundo del vino.
Tengo que agradecer en particular a El Malbeki cuyos excelentes y ocurrentes memes inspiraron y visten gráficamente esta nota. Les recomiendo darse una vuelta por su Instagram @malbec.jpg y verlos todos, se van a divertir mucho.
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