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martes, 1 de octubre de 2024

Miraluna

La historia oficial de Bodega Miraluna

Una familia emprendedora haciendo vino en Cachi, Salta

Había visitado Miraluna en 2022 pero sin llegar a conocer a sus dueños. Por eso, esta vez aproveché un viaje a Salta para encontrarme con Lucas y Carlos Urtasum, miembros de la familia fundadora de una bodega que se destaca por sus Merlot salteños.

La historia de los Urtasun con el vino es muy particular porque, como dice Carlos (72) llegaron al vino "de casualidad". Ellos son de Sarandí, Provincia de Buenos Aires, donde el abuelo fue uno de los fundadores, junto a Humberto Grondona, del club de futbol Arsenal, llegado a ser presidente del club y uno de los hermanos de Carlos jugador del primer equipo.

Pero cuando fallece el abuelo dejan de formar parte de la comisión directiva del club, pese a los pedidos de Grondona, y el tío se convierte en preparador físico del equipo técnico de José Pekerman (hoy es uno de los inversores en Miraluna).

Para ese entonces, Carlos y su esposa Marcela ya habían incursionado en la gastronomía y abren en San Telmo el mítico Café del Tiempo, que fue parte importante de la vida cultural de esa época con presencia de numerosos artistas y músicos. 

Por un tiempo también Carlos se dedicó a la fotografía, colaborando en el estudio de fotografía de sociales de su suegro, quien había llegado desde Salta de donde era oriundo. También incursiona con otros locales gastronómicos con bastante suceso, pero cuando llega la hiperinflación del 2001, las cosas se ponen difíciles y deciden mudarse a Salta.

Es así que prueban retomar el Café del Tiempo, pero ahora en un local de la calle Balcarce, cercano a la estación de tren desde donde partía el "tren a las nubes", una zona que por entonces ni se acercaba al glamour y el movimiento de peñas y locales gastronómicos que hoy ostenta.

El aporte de Lucas, que es músico, fue proponer la actuación de conjuntos musicales de estilos distintos al predominante folclore de las peñas, incorporando blues, jazz, bossa nova, rock y otros ritmos, que hicieron que los locales les dieran respaldo y sostuvieran la concurrencia. Por otro lado, incentivó, dentro de la importante cultura musical tradicional en la provincia, el nacimiento de otros frentes como la sinfónica y el ballet estable y la llegada de artistas a la Capital salteña desde todo el mundo. 

El café del tiempo alcanzaba la impronta de un centro cultural que recibía artistas de distinto bagaje, a lo cual se le sumó una buena gastronomía.

Lucas y Carlos Urtasun

Ello los impulso a la apertura de otros dos restaurantes más, que luego venden y posibilitan la inversión en uno de los sueños de la familia: adquirir una finca en la cual comenzar un proyecto a largo plazo que permitiera consolidarse como un lugar de reunión para ellos, sus hijos y sobrinos, que son diez en total. 

El lugar elegido fue Cachi, porque Carlos y su esposa Marcela gustaban visitar la zona para sacar fotografías. Allí toman conocimiento de la venta de una finca que solo tenía un ranchito y unas pocas hectáreas con cultivos agrícolas. Suman a su hermano al proyecto y la compran, construyendo dos cabañas y, en un momento, deciden pasar de los cultivos de tomates, ajo y porotos a un cultivo de ciclo anual como es la vid, ya que, al no vivir permanentemente en el lugar, les resultaba menos demandante. 

Los motivó una simple razón: rodear las cabañas del paisaje de viñedos, pero sin tener idea alguna de lo que significaba hacer vinos, en ese momento.

Obtienen el asesoramiento de Luis Asmet (por entonces en Bodega El Porvenir) con la premisa de plantar un viñedo de calidad y, por conocimiento de un amigo de Payogasta que era cuñado de los dueños de vivero Mercier de Mendoza, junto con los Isasmendi, compran un lote de plantas de Malbec, Tannat y Merlot.

"En 2007 en la zona había muy pocos viñedos con uvas de calidad: los del Payo Durán en El Molino de Durán y uno reciente, de 2006, de Cristian Gotz", rememora Carlos, a la vez que recuerda, como si fuera hoy, las instrucciones para plantar: "orientación Nor-Noroeste, 2 metros entre líneas, 1,15 metros entre plantas y un pozo de 50 cm de profundidad relleno con guano”.

Las cosas no fueron fáciles al principio, las plantas de Merlot que habían pedido no les llegaron y descubrieron que, por error, habían sido descargadas en lo de los Isasmendi: "venían en unas macetitas biodegradables y estaban semi secas, porque habían quedado sin regar. Las plantaron y sufrieron bastante la adaptación, al punto de que no crecían casi nada".

Carlos no las arrancó solo porque su hijo Facundo confiaba en ellas y le decía que la uva era rica, por lo que solo sacó 500 de las 1.500 en total. El tiempo demostraría que ese fue uno de los grandes aciertos de los Urtasun.

Luego las liebres (que en la zona son enormes) se comían los brotes, lo cual los obligó a alambrar todo el perímetro. Pero no todo eran dificultades, les habían dicho que las plantas en el primer año iban a crecer solo hasta el primer alambre, pero en poco tiempo superaban el segundo, pasando los dos metros de altura. Carlos recuerda con gracia que el agrónomo Luis Perotto le dijo “tenés un culo bárbaro”, en referencia a lo fértil del lugar. Ese primer verde les permitió cosechar 400 kg, algo impensado antes, para esa primera hectárea plantada.  

Eso los animó y al año siguiente, en 2008 sumaron otra hectárea de Malbec y 1.500 plantas de Merlot, y de lo original obtuvieron 1500 kg que dieron un vino de muy buen potencial de calidad. Por ello, en 2008 luego de producir 6.000 kg deciden hacer la bodega propia, con dos tanques de acero inoxidable.

Cuentan que la ventaja del lugar es “la tierra”, que contiene lajas, y es la única pegada a la ladera de la montaña y que recibe el sol de frente todo el día.

El proyecto continuó creciendo, con el agregado de otras cabañas, hasta llegar a diez (las necesarias para albergar a todos los miembros de la familia) y convertirse en uno de los primeros alojamientos eno-turísticos de la zona de Cachi, con 3,5 ha plantadas.

A ello suman la reciente adquisición, a 7 km de distancia, de una nueva parcela llamada Finca Chica en la que se han plantado otras 3,5 hectáreas con Malbec y Merlot, las cepas que los identifican en sus vinos, los cuales desde 2014 son elaborados bajo la batuta del enólogo mendocino afincado en el NOA, Daniel Heffner.

Esos comienzos sin identificación original con el vino se han transformado. Lucas hizo la carrera de sommelier y su padre Carlos afirma: “el mundo del vino es muy lindo, es apasionante”. La familia vive en Salta capital, pero se alternan viajando todas las semanas a Cachi siguiendo de cerca el emprendimiento. El agrónomo es Marcelo Ramirez (de la familia que fue dueña de Bodega Humanao).

Cerramos el encuentro con una novedad, probando 30 Lunas, el nuevo vino icono de Bodega Miraluna, que se ubicará dentro de la línea de alta gama llamada Tata Dios: un blend de 70% de Malbec 2018 y 30% Merlot 2017, que tienen un paso por barrica de 30 y 50 meses, respectivamente.

Una de las cosas que más nos gusta en este blog es reseñar estas lindas historias, de una familia de Buenos Aires que se muda al norte y sin haberlos soñado antes termina siendo protagonista del mundo del vino. 

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