Entrevista a Héctor Durigutti
Trabajo, convicción y patrimonio en Las Compuertas
En una charla distendida, recorrimos no solo la historia del proyecto, sino también una serie de lecciones de vida que explican su crecimiento sostenido. Uno de sus principios aparece como guía de todo lo que hicieron:
“Hay que trabajar por lo que uno está convencido, porque es más llevadero y genuino”.
Infancia entre viñas y pérdida temprana
“Nací en Rivadavia, mi papá tenía una ferretería y era chofer de colectivo, pero falleció cuando yo tenía 18 años y Pablo 12. Fui criado por mi mamá, que a su vez fue criada por su hermana mayor, quien tenía una finca (la finca de donde salen los vinos Cara Sucia).”
Su vínculo con el mundo del vino surge desde ese entorno familiar y laboral:
“En esa época utilizábamos el camión Federal, de 1947, con el que se hacía la vendimia y que figura en las etiquetas. Se llevaba la uva a la bodega y se vendían damajuanas”.
Formación y primeras experiencias laborales
Héctor estudió en la escuela Don Bosco, se recibió de enólogo tras dos años más de formación y comenzó una carrera que lo llevó por distintas provincias y países:
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Tittarelli y Gancia, con traslado a Chile.
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La Rioja, como segundo enólogo en la bodega Nacarí.
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Brasil, en Bento Gonçalves, trabajando en una planta de jugo concentrado hasta 1999.
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Regreso a Argentina para incorporarse a Altos Las Hormigas, donde hizo cosechas en el exterior junto a los reconocidos consultores italianos Alberto Antonini y Attilio Pagli, a quienes considera “grandes amigos” y de quienes aprendió muchísimo.
Mientras tanto, siguió estudiando: comenzó la licenciatura en enología en la Universidad Agustín Maza, viajó a Italia y, al volver, la terminó en la Universidad Católica, compartiendo la última etapa de la carrera con su hermano Pablo.
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El nacimiento de Durigutti Family Winemakers
En 2001, mientras Pablo trabajaba en Catena Zapata, le propuso emprender juntos. Héctor había logrado reunir 10.000 euros y, con ese capital, compraron en un desarmadero tanques de acero que habían sido usados para hacer aceite de oliva.
En 2002, trabajando en Bodega Cacace, hicieron las primeras 500 cajas de Familia Durigutti. Ese mismo año, como consultor de Melipal, conoció al editor de Wine Spectator James Molesworth, con quien compartió tres días seguidos. El resultado fue inesperado: salió en la tapa de la revista, lo que les permitió conseguir importador en Estados Unidos y le dió un gran empujón al proyecto.
Crecimiento sostenido en Las Compuertas
Hoy suman 45 hectáreas en Las Compuertas, donde solo hay 330 hectáreas plantadas dentro de la indicación geográfica (de ellas, 300 son Malbec, y los Durigutti poseen la mayoría de las que no lo son).
El avance fue progresivo:
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2007: primeras cinco hectáreas.
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Luego 10 hectáreas más, plantadas con Malbec entre 1910 y 1914.
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Otras 10 hectáreas, más los cerros que rodean la finca.
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Las tres hectáreas donde se instaló la bodega Sur de los Andes.
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Una hectárea y media a la familia Touza.
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Finalmente, cinco hectáreas con frutales abandonados a la familia Sabatini, donde proyectan construir un lodge.
La familia y el presente del negocio
En los últimos años, Héctor se enfocó más en el área comercial y maneja una importadora propia en España. Sus hijos también participan, Valentino (27) es responsable de exportaciones y Mateo (21), licenciado en comercio interior, a cargo del mercado local.
Además, incursionaron en Galicia, con una hectárea implantada con Treixadura, Loureira, Godello y Albariño, y una pequeña bodega llamada Castrelo das Pedras, con capacidad para 5.000 botellas.
Sobre el crecimiento, en la charla con Héctor valorábamos que, pese a todos los males de la economía en la Argentina, con mucho trabajo, persistencia y espíritu emprendedor lograron crecer de esta manera: “hacer esto en Europa te lleva tres generaciones”.
Ese mismo crecimiento lo ha obligado a poner el foco totalmente en el proyecto: “mi cabeza no estaba a 100% acá, pero cuando abrí el restaurante dejé las consultorías que hacía en Lamadrid y en otras bodegas (solo mantienen una asesoría a Sur de los Andes) y ahora estoy dedicado a esto 24 x 7”.
Resistir la presión inmobiliaria y preservar paisaje
Son pocas las empresas que van quedando de capitales propios, tuvieron ofertas de vender, pero prefieren seguir su camino propio. La cercanía a la capital de Mendoza es una ventaja para el turismo, pero también implica una amenaza: deben resistir la presión inmobiliaria que viene reduciendo la presencia de viñedos centenarios.
“La próxima generación sigue con esto; siempre pensamos en involucrarlos, pero todo esto lo armé no por ellos, sino por mí, por lo que no tienen la obligación”, aclara Héctor. Su hermano Pablo tiene dos hijos, Carmela (14) y Renato (8), pero aún son chicos.
Cinco Suelos: gastronomía con la filosofía de la bodega
Sobre el restaurante, Héctor destaca su alianza con la chef Patricia Courtois:
Ella comparte la misma filosofía, “lo tiene clarísimo: se puso al servicio de la bodega y trabaja codo a codo con los sommeliers”. Una combinación perfecta.
Proyecto vitícola: paisaje, patrimonio y futuro
Desde el inicio, el trabajo en Las Compuertas se orientó a resistir la depredación de viñas viejas. También recuperaron 365 plantas de olivo, arrancadas de loteos aledaños y destinadas a un horno de ladrillos. Las incorporaron al proyecto en lugar de dejarlas morir.
La plantación se orientó a suelos y paisaje: eligieron variedades que aporten acidez, aprovechando la frescura proveniente de la cordillera, porque es “un paisaje abierto a la montaña”. Los vinos buscan un estilo pensado primero en el consumidor y, ahora también, en el paisaje.
“Nos interesa que Las Compuertas tenga un lugar en el mundo, identificado con el Malbec, que es uno de los más antiguos de Mendoza, logrando lo mejor de la representación del lugar a través de una copa de vino”.
Conclusión
La historia de Héctor Durigutti es la de un proyecto construido sin atajos: con formación, pérdida, esfuerzo, riesgo, visión patrimonial y resistencia a la especulación. Desde un camión Federal de 1947 hasta un lodge en camino, pasando por vinos en Galicia y viñedos rescatados,
Durigutti demuestra que Las Compuertas no solo puede producir grandes vinos: puede conservar identidad y paisaje a través de ellos.

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